sábado, 9 de enero de 2016

2 de octubre... El comienzo

Esta es mi apuesta para el blog, actividad transversal de la asignatura "Outdoor", realizada en el marco del Máster de Gestión y desarrollo de personas y equipos de trabajo en las organizaciones de Universidad de Barcelona en el curso 2015/16. He buscado una forma diferente y, espero, original de hacerlo. Pasen y vean el sorprendente mundo de nuestros protagonistas de "El oráculo de Sergio". 

No fue aquel viernes 2 de octubre cuando empezó todo... En realidad, había comenzando mucho antes.



Braulio era su nombre. Los que bien le conocían le habrían descrito como un tipo conservador, chapado a la antigua y de costumbres inamovibles. "Tal cual cómo si se hubiese escapado de una época anterior", comentaba alguien. Su buen fondo se dejaba entrever en cada gesto; rara era la vez que no ayudaba a cortar leña a los vecinos más mayores, o a llevar la compra a sus mujeres. Incluso habitual era que pagase el ponche a sus compañeros de fatiga en la bodega de Tomás, que era lugar obligado de congregación para todos los aldeanos en los fríos inviernos o los pegajosos e interminables veranos. Aquel día otoñal, el crujir de las hojas secas bajo sus pies le evocó unas sensaciones maravillosas, le alejaban por completo del ajetreo diario. Caminaba por inercia, sin saber exactamente hacia donde se dirigía. No importaba, estaba tan a gusto con ese crujido permanente y esa ligera brisa acariciando su rostro y zarandeando las ramas de los árboles, medio despoblados ya, que poca importancia tenía todo lo demás. Seguía su caminar, lento y armonioso, despacio, como a cámara lenta, hasta que las hojas caídas comenzaron a escasear y delante suyo se mostraba una gruta oscura. "No recuerdo haberla visto antes", se decía Braulio. La realidad es que iba siempre tan precipitado y con tantas prisas que no se había detenido a apreciar el entorno que lo rodeaba. Al tiempo que reflexionaba sobre esto, iba penetrando aquella gruta oscura hasta el punto que la luz de la entrada había desaparecido. "Entré bastante, quizás lo mejor sea salir nuevamente que mi mujer me espera". Un sonido estruendoso le interrumpió de repente y lo dejó inmóvil en el medio de tanta oscuridad. "Alguien me ha hablado?" "¿Quién está ahí?". Lo que ocurrió seguidamente, lo dejaría sin palabras por mucho tiempo.




"Escúchame atentamente, humilde y considerado hombre, tu nobleza te ha llevado hasta este lugar. Te estuve esperando pacientemente y por fin estás aquí. ¿Qué es lo que has echado de menos todo este tiempo? Hay que vigilar con las cosas que deseamos, porque puede llegar un momento en que se tornan realidad. Lo que encontrarás unos metros más allá es todo tuyo siempre y cuando demuestres que puedes sacar de él el mayor provecho posible. Si llegado el momento no lo conseguiste, o bien se lo confías a la persona inadecuada, desaparecerá de tu lado y nunca más recuperarás el habla. Como comprenderás, te he quitado la oportunidad de rebatirme así como de negarte. Adelante pues, demuestra todo lo que sabes y vales". Así sentenció esa voz, dejando al hombre ensimismado y sin capacidad de reacción.


Hipnotizado por aquella voz venida del más allá, el buen hombre obedeció el mandato y se dirigió unos metros más allá, donde esperaba un ser angelical... Era un niño, sí un niño, aquello que tanto su esposa como él habían anhelado durante tantos años que el Señor les había negado tener uno. "Esto no es posible", se decía, "¿cómo puede haber un niño aquí? ¿y por qué soy yo quién lo encontré?". Incrédulo, estupefacto, sin que una gota de sangre recorriera su cuerpo, Braulio sostuvo a ese hermoso niño, le apartó un objeto redondeado con el que jugaba (algo parecido a una pelota medicinal) y observó, para su gozo, como éste le sonreía al tiempo que él se llenaba de felicidad y entusiasmo. Lo estrechaba entre sus brazos mientras hacía esfuerzos por recordar aquellas palabras que había escuchado. "Cuidado con los deseos... es tuyo siempre y cuando demuestres que puedes sacar de él em mayor provecho posible... si llegado el momento no lo conseguiste, o lo confías a la persona equivocada, desaparecerá de tu lado..". Tragó saliva para recordar lo que venía a continuación: "Nunca más recuperarás el habla". En efecto, era incapaz de articular palabra nuevamente, ni tan siquiera emitir sonidos guturales. Aquel extraño hechizo le había negado la posibilidad de hablar, pero al cambio le dio lo que más deseaba en este mundo; un hijo. Pero lo complicado venía ahora; demostrar que podía sacar de él lo mejor de todo.

Por mucho que temiera a la reacción de su esposa Palmira y en cómo iba a hacer para hacerle entender, sin hablar, cómo había ocurrido todo aquello, ahora estaba feliz. Pero no fue necesario; al verlo, la mujer rompió en sollozos y cubrió al pequeño de besos, mimos y arrumacos. ¿Le preguntaría alguna vez dónde lo habría encontrado? Quién sabe, lo cierto es que la vida de Palmira y Braulio cambiaría, para siempre. 

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