miércoles, 15 de junio de 2016

Cumpliendo los objetivos planeados

Aquel día de juegos quedaría especialmente en el recuerdo de todos los que formaron parte de aquella gincana permanente en la que se había convertido la casa del leñador; por más que pasaran los años, Clarita, Críspulo, Jimmy, Belinda, Susi, Cipriano, Simón, Jacinto, Carlitos, Héctor y los demás retendrían en la memoria colectiva de todos ellos los días pasando disfrutando juntos y descubriendo el mundo de posibilidades en forma de juegos que se abría entre ellos. En efecto, la felicidad era eso. 

Los niños jugaban a la perfección en conjunto, apenas tenían problemas de entendimiento, y cuando los tenían éstos no duraban demasiado. Tal vez se deba a que los niños son más capaces que los adultos de dejar su orgullo a un lado en pos de la amistad y la diversión. Así que Braulio aprovechó para proponer un nuevo juego, denominado "saltando los aros". Por equipos de dos, se colocaban varios aros en el suelo, y en cada uno de ellos debía caber el pie derecho de un niño y el izquierdo de otro. El último de la fila debía retirar un aro y correrse todos un puesto hacia su izquierda, siempre habiendo uno de los dos pies pisando el suelo del círculo. La complicación venía con que, el último de los niños, iría con los ojos vendados, de manera que debía coger el aro haciendo caso de los demás compañeros. Seguidamente, este juego dio lugar a otro llamado "cada oveja a su corral"; en este caso todos menos uno (el guía) irían con los ojos vendados, y debían seguir las directrices de éste para acceder a su corral sin perderse en el intento. Finalmente, el juego que resultó más divertido para todos ellos. Braulio colocó pelotas en distintas partes del terreno, mientras que los niños, con los ojos vendados y haciendo caso de sus respectivos guías, debían establecer un código de comunicación para avisar a los de delante sobre qué dirección tomar y, una vez estuvieran frente a la pelota, el primero de todos debería agacharse para cogerla. Estos juegos fomentaban la cooperación entre todos ellos, el trabajo en equipo, la compenetración así como el tipo de liderazgo que tomaba el guía. 

Antes de que anocheciera, aún había un último juego esperando a los pequeños en aquella jornada repleta de entusiasmo. Cuando ya estaban a punto de marchar a su casa (aunque sabían que no debían tener prisa, pues sus padres no podían estar más tranquilos que estando bajo la mirada del afable Braulio). El hombre los dividió esta vez en dos grupos de nueve cada uno y colocó a lado y lado del terreno dos círculos. Le dio nuevamente una nota doblada a Héctor, el niño lector, que lo desplegó rápidamente; "Sois dos equipos. Jugaréis seis y seis, que serán sustituidos por los otros cuando estén un poco cansados de correr. Dos defenderán el círculo sin poder entrar en él, y los otros cuatro tratarán de ir hasta el otro círculo y colocar la bandera en el centro. Sólo podrá entrar en el círculo quien lleve la bandera, los demás no. Si se incumple esta norma, el equipo perderá un componente hasta el final del juego. Ganará quien coloque antes la bandera en el circulo del equipo contrario". Braulio asintió y los niños formaron los equipos. De igual manera que con el futbolín humano, parecían claros los roles; quienes defendían y quienes corrían. Esta vez si hubo un poco de confusión en cuanto a los tiempos, pues los reservas se impacientaban por participar y en ocasiones incumplían esta norma precipitándose al terreno de juego. Pasaron cinco minutos hasta que el equipo de Clarita, de la mano de Umberto colocaba la bandera en el circulo contrario para el goce de su grupo. Braulio trató de poner en práctica algo que le obligaba su mutismo; los equipos autogestionados. Mediante dos grupos gestionados por ellos mismos, no existía un jefe impuesto, sino que el liderazgo se formaba de manera informal. Esto se producía en base a la confianza que la sapiencia y experiencia de algunos de ellos (en este caso, Héctor) desprendían respecto a los demás y de alguna manera se convertían en un referente y un guía para los demás, a los que poco a poco iba transfiriendo habilidades así como sacando el máximo provecho de sus habilidades. 











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