miércoles, 15 de junio de 2016

Un día de juegos...

No hay nada en este mundo como la ilusión que sienten los más pequeños ante cualquier cosa que estén a punto de recibir, ya sea un regalo o una sorpresa cualquiera. Telémaco se había hecho popular entre los niños de la aldea gracias a los juegos que, de vez en cuando, proponía Braulio, ese hombre que, pese a no hablar, era capaz de hacerlos disfrutar como pocos. También sus padres estaban satisfechos de estos; si bien ya era querido y valorado por todos debido a su gentileza y preocupación permanente por los demás, colaborando en todo lo que necesitaban, ahora hacía disfrutar a sus hijos, y eso no tenía precio. Tanto fue la veneración que sentían por él, que la leyenda fue derivando hasta límites insospechados; contaban que un ser endemoniado, celoso del carisma y la simpatía que despertaba el hombre, apareció una noche y le quitó  la voz para que no pudiera hablar jamás. Sobre su figura planeaban un sinfín de rumores y habladurías que nunca llegarían a nada. 

Si en un principio Telémaco encontró a Clarita y después reunió a otros seis niños, ahora un total de diecinueve niños (tantos como había en la aldea) se congregaban alrededor de los juegos que proponía Braulio. Esta vez la sorpresa que se llevarían todos era mayor. Braulio, caracterizado como un mimo, hacía una serie de prolegómenos incesantes dirigiendo la mirada de los niños a una gran estructura tapada por una sábana. Deseperados por saber que habría debajo, le inclamaban que la descubriera. Y así lo hizo ante 38 ojos como platos que se descubrían ante él; era una pequeña cabaña recubierta por varias ramas de árboles, con un lateral metalizado y una puertecilla superior por la que, previsiblemente, iban a entrar todos. El mimo improvisado se dirigió a uno de los niños y le facilitó una nota. Críspulo era el único de ellos que había aprendido a leer, así que obedeció la petición del hombre y tomó la nota, que decía lo siguiente; "Os gusta esta casita ¿verdad? En ella os podréis refugiar después de que os persigan unos animales llegdos del bosque. Pero, tengo una mala noticia para vosotros... No hay sitio para los 19, sino que solo caben 15 de vosotros. En vuestra mano está quien entra y quien no. Tenéis diez minutos para decidirlo". Quedaron perplejos, de la sorpresa inicial se había dado paso a una ligera decepción. En el fondo todos se preguntaban si no sería él/ella quien quedaría sin disfrutar de esa casita. Pronto comenzaron los alegatos;

- Está claro que yo debería entrar, pues la construyó mi papá -dijo Telémaco.
- Y yo fui tu primera amiga y la que tiene mayor antiguedad en el grupo, así que yo debería ser la segunda -le seundó Clarita. 
- Siendo así, lo más justo es que se queden fuera los últimos en llegar -añadió Jimmy, el líder trascendental del juego de los esquís-.
- Sí, estoy de acuerdo -repitieron al unísono otros dos niños que estuvieron en aquel juego.
- Eh, no, no. Esto no me parece justo -replicó Simón, que había sido de los últimos en llegar-, esto nos deja fuera del juego, no es justo.
- Es verdad, nosotros también tenemos derecho a entrar en la casita -apoyó Belinda, otra de las niñas que había llegado en última instancia. 
- Creo que os vendría bien porque mis amigos me dicen que soy muy divertido, jeje -Intervino Jacinto. 
- ¿Lo echamos a papel y tijera y así nadie se enfada? -propuso Susi, preocupada por que nadie se enfadara. 
- No sé, ¿y sí puede entrar un grupo primero y el otro después? No tengo ni idea -se sumó Carlitos. 
- A ver amigos, ¿cuántos de vosotros habéis llegado durante el último mes? -preguntó Cipriano, que en su día ejerció de lider autoritario. 
Siete de ellos levantaron la mano. 
- Así que vamos a decidir entre estos siete, venga. -Prosiguió el mismo Cripriano. 

Los niños se vinieron un poco abajo, pues poca fuerza podían hacer siete contra doce, con lo que entendieron que solo tres de ellos serían candidatos a entrar. La discusión se prolongó durante los siguientes minutos, hasta que el 'mimo' extendió sus dos manos en señal de que habían pasado los diez minutos y que únicamente habían podido entrar los doce primeros, ya que el resto de se había acabado de poner de acuerdo. Desconsolados, algunos de ellos se echaron a llorar, mientras que los otros trataban de consolarlos. No obstante, se dejaron entrever nuevamente el tipo de liderazgo que cada uno atesoraba; según Belbin, estos se distribuían en tres grupos; un primer mental, con el especialista (Jimmy), el creativo (Jacinto), el evaluador (Cipriano, indagando sobre los últimos en llegar); otro social con el cohesionador (Susi), el investigador de recursos (Carlitos) y el coordinador (Cipriano, nuevamente); y, finalmente, el de acción, con el dinamizador (Crispulo, el que leyó la nota), el implementador (en este caso, no hubo nadie) y el finalizador (que, sin pretenderlo, termino siendo el propio Braulio). También se puedenapreciar como Telémaco usa una decisión rápida (o snap decission), una decisión poco razional y sí emocional para ser el primero en entrar en el refugio. Pese a la edad de los pequeños, el hombre se mostró tremendamente satisfecho, porque consideraba que adorado Telémaco había aprendido una lección para el futuro, pese a que su motivación para entrar no entrase en ninguno de los roles esperados al no estar fomentado en una razón de peso más que ser el hijo de Braulio. Se pudo ver también como decidir aporta estrés a sus integrantes, debido a que eran conocedores de que algunos se quedarían fuera. No obstante, la desilusión duraría poco, porque aquella casita era para que la disfrutasen cuando gustasen, pues nadie la iba a mover de allí. Desde entonces se convertiría en el 'refugio de amistad' para todos ellos.




Los niños entraban y salían de la caseta por arriba, por el lado (a través de otra obertura que encontraron en un lateral), la llenaban de juguetes, de animalitos... No se percataban que, mientras continuaban con su ajetreo para arriba y para abajo, Braulio les estaba esperando fuera con un nuevo juego. Cogió a doce de ellos y creo dos equipos, situándose como si fueran un futbolín humano; un portero, delante suyo dos defensas frente a tres atacantes del otro equipo y en el otro lado lo mismo en orden inverso, de modo que, cogidos de la mano y siempre desplazándose de manera lateral (nunca dando un paso adelante); aquel que incumpliera alguna de las normas, quedaría eliminado. Una vez concluido el tiempo reglamentario, cambarían los equipos para que también pudieran jugar los demás. Tan importante como trabajar competencias básicas en la vida diaria, era cumplir con los criterios impuestos, las normas y hacer gala de juego limpio, algo que parece quedar bastante relegado en nuestros días. Braulio no hubiese necesitado hablar en esta ocasión aunque hubiese podido hacerlo, pues los chicos eran conocedores a la perfección de en que consistía este juego (quizás, mucho más que él) y añadiría que algunos de ellos eran verdaderos expertos en el deporte del balompié. Aquí el trabajo en equipo sí había ido a la perfección; Héctor, era un gran aficionado al Fútbol y rápidamente tomó el rol de líde, ya que estaba convencido de cual era la mejor forma de organizar su equipo para llegar a buen fin, pues identificó en Jimmy a un corredor veloz (delantero), a Santi como un buen defensa, o a él mismo como portero, pues era la posición que ocupaba cuando jugaba en el colegio. Lo mismo ocurrió con Belinda en el otro equipo, pues le encantaba practicarlo cuando se quedaba al comedor del colegio en la ciudad durante todo el año. Así, se emplea la técnica de Rogers (cuando un componente hace X, el otro hace Y), actúan como un grupo con un objetivo común en el cual todos y cada uno coinciden (ganar el partido), mientras que también se puede asistir a las cuatro fases por la que transita todo equipo; la formación (determinada en este caso por la distribución que de su equipo realiza Héctor, por un lado, y Clarita por el otro), la tormenta (los disgustos por los cuales pasaban cuando no salían los planes trazados y aquellos atacantes resultaban no ser los mejores para la ocasión), la normalidad y el desarrollo, que comportaba la mayor parte del encuentro. 

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